Desde el punto de vista
militar, la ciudad de Palma de Mallorca tenía por el poniente un punto débil en
su sistema defensivo. Esta circunstancia fue aprovechada por las tropas del rey Jaume I alcanzando las
murallas de Medina Mayurqa y conquistando la
ciudad en 1229. Para cubrir esa carencia defensiva, el castillo de Bellver (del
catalán antiguo Bell Veer: Bella vista), fue mandado construir por el rey Jaume II de Mallorca a principios del siglo XIV, en el puig de sa
Mesquida (monte de la mezquita) situado en las
proximidades de Porto Pí. Su construcción
fue encargada a los maestros de obras Ponç Descoll y Pere Salvá, éste
último también dirigió la construcción del palacio de la Almudaina. Erigido a unos 112 metros sobre el nivel del mar,
desde sus torres se domina la bahía de Palma, la ciudad y su
puerto, así como la sierra de Tramontana y la llanura de Mallorca.
Fue levantado en un corto
periodo de tiempo, entre 1300 y 1311, en estilo gótico mallorquín,
formando un conjunto uniforme y compacto. La piedra para su construcción se
obtuvo fundamentalmente de la excavación en su base de los fosos, pozos y
galerías, que si bien le dotó de esas ventajas defensivas, así como de aljibes y mazmorras,
también le está causando constantes problemas de agrietamientos por
asentamientos en su estructura. Cuando se precisó piedra más consistente, se recurrió
a las canteras de Portals Vells y de Santanyí. En Bellver podemos observar
que la torre del homenaje, de forma cilíndrica, está orientada al norte, en
oposición a ésta, orientada al sur hacia Porto Pí, se encuentra la torre de la
reina. Las otras dos torres, también enfrentadas entre sí, marcan claramente la
dirección este-oeste.
En cuanto a su geometría, llama la
atención su planta, es circular tanto su patio interior como su muralla. Es el
único castillo de España y uno de los
escasos castillos de Europa que presenta una
planta redonda, constituyéndose como una extraordinaria primicia inédita en la
arquitectura defensiva medieval europea, sirviendo
de modelo para las escasas construcciones similares posteriormente levantadas. Su
diseño puede estar inspirado en el grupo superior del Herodión (en Cisjordania), también circular. Un cuerpo
central cilíndrico, con una gran
torre del homenaje circular y tres torres menores semicirculares, todas ellas con
base tronco-cónica que arrancan
desde el foso. Las menores
están empotradas en el edificio principal y la del homenaje, de unos 33 m de
altura, a modo de último baluarte está ensamblada a
la altura de la terraza al cuerpo principal a través de un puente sustentado
mediante arco ojival. A su vez, el
castillo de Bellver inspiró el diseño del castillo de Michelstetten que, aunque
carece de torres, sí cuenta con una galería superpuesta de arcos rebajados en el patio, con
columnas de sección circular.
El alzado seccionado del castillo
presenta un nivel bajo rasante y tres niveles sobre ésta, si tenemos en cuenta
la terraza. Bajo rasante se encuentran excavados dos fosos, uno interior y otro
exterior al muro defensivo. En el centro del patio circular se encuentra socavado
el aljibe, que recoge agua de lluvia para la provisión de agua al recinto en
caso de asedio. Bajo la torre del homenaje se encuentra una cámara subterránea,
cubierta por una bóveda de piedra destinada
a calabozo que era conocida popularmente como “la Hoya”. En la base del
castillo hay algunas cuevas naturales y profundos túneles perforados durante su
construcción; lo cual ha alimentado la leyenda de la existencia de pasadizos
ocultos para conectar Bellver con el Palacio Real de la Almudaina, para
facilitar la huida del rey en caso de necesidad.
En la planta baja domina el patio de armas circular, a
través del cual se comunican todas las estancias. Bordeado por 21 arcos de
medio punto que apoyan en pilares rectangulares, formando un corredor redondo
con techumbre de madera. A día de hoy, todavía se pueden apreciar las marcas que hacían
los canteros en las piedras, que era el modo de certificar su trabajo para el
cobro de salarios. Las estancias de este nivel se dedicaban al alojamiento
del servicio, almacenes y hospedaje de la tropa. Actualmente, varias de las
salas se dedican a espacios expositivos del Museo de Historia de la Ciudad de
Palma.
La planta principal está sobre
la baja, abriéndose hacia el patio de armas mediante la superposición a los
arcos de la planta baja de 42 arcos ojivales góticos, en una falsa
superposición por parejas, terminados en pilares octogonales, creando un
corredor circular techado en piedra por medio de arcos también ojivales. A esta
altura, se encontraban las dependencias del rey y la reina, la cocina y la
capilla de San Marcos.
La terraza permite una excepcional visión de 360º de todo el entorno. La cubierta de teja del corredor está inclinada hacia el interior, permitiendo de esta forma la colectación del agua de lluvia hacia el aljibe subterráneo. Entre las cuatro torres principales, quedan insertadas en la estructura principal diversas atalayas, con forma de tronco de cono si las vemos desde el exterior.
Hacia el año 1551, para
adaptarse a las nuevas técnicas de artillería pesada, se construyeron en torno
al castillo diversas terrazas fortificadas para la colocación de cañones. A lo
largo de la historia no ha recibido daños importantes, si acaso los producidos
por asedios puntuales, lo cual ha contribuido a que llegue a nuestros días en
un buen estado de conservación. Quizá por ese motivo, a principios del siglo
XX, el arquitecto norteamericano Arthur Byne, considerase a Bellver como una de
las construcciones mejor conservadas de la arquitectura medieval europea. Actualmente,
la estética interior del castillo es el fruto de las actuaciones que
desarrollaron el arquitecto Gabriel Alomar y el conservador
Francisco Vera, procurando incorporar el mobiliario y la decoración que debía
tener en la época medieval.
Si bien su principal misión
era la defensiva, desde su construcción ha tenido diversos usos. En contadas
ocasiones ha servido de alojamiento real, algunas como refugio de asedios, bien
sean de origen militar, revueltas populares o de epidemias de peste bubónica.
Lo que sí ha sido una constante en su historia es su uso carcelario, siendo uno
de los más ilustres cautivos Gaspar Melchorde Jovellanos, que pasó casi siete años (1802 a 1808) de su vida
desterrado en el castillo. Jovellanos encargó la realización de planos del
castillo y fue el primero que realizó una descripción detallada del mismo,
incluyendo detalles de la geología sobre la que se erigió y de la botánica que
lo rodeaba, constituyendo su testimonio un anticipo al movimiento
conservacionista del patrimonio que se asentaría siglos más tarde. También se
refugió en él François Aragó, físico francés que colaboraba en la medición del
meridiano de París y que era acusado por la población mallorquina de espionaje.